EL SENTIDO DE LA CRISIS
Dr. Jorge Carvajal Posada
Nuestro propósito no es tanto hablar sino sentir algo sobre la crisis, aprender la lección de la crisis, ubicarnos dentro la crisis, es decir en el seno del caos, de ese vórtice caótico que todos estamos viviendo; vivirlo como una oportunidad.
Comprender que lo que tenemos en este momento es una crisis de aprendizaje, una bella oportunidad para aprender una lección. Una oportunidad única y feliz para humanizarnos, para acceder a nuestra humanidad, para humanizar la vida. Comprender que todo lo que existe en el universo es piel, yo digo que el universo es una piel, es una membrana gigantesca, y esa membrana de pronto ustedes la ven como un atardecer, como una marea, como la piel suave del niño, como la piel de la amada. La ven desde el punto de vista científico como la membrana celular, la membrana nuclear o el retículo endoplásmico. Pero todo este universo es una piel más o menos extendida, más o menos enrollada; y esa piel es una piel sensible. Todos somos sensibles, pero no sólo nosotros, los átomos son sensibles, son sensibles los electrones, son sensibles grandes masas de materias porque ellas perciben la ley de la gravedad. Son sensibles los electrones porque se someten a la caricia del electromagnetismo; ellos también son sensibles. Los átomos son sensibles unos a otros y dialogan, gracias a eso existen las moléculas. Del diálogo entre las moléculas surgen los tejidos. Los tejidos son tal vez la primer estructuración de la piel del universo. Digamos que el universo es un entretejido, es un tejido de tejidos, dinámico y significativo. Todos somos tejedores. Empezamos a tejer desde el primer electrón que emergió a las diez a la -32 segundos. Los indios guaraníes tienen la costumbre de tejer sus ideas, y cada idea la representan en un tejido.
Ese es el arte de un antiguo lenguaje espiritual; es el lenguaje de los símbolos. Un símbolo es un tejido de ideas, es un tejido complejo. Un mandala o un mantram también es eso. Es un tejido complejo de ideas. ¿Cómo tejen los indios guaraníes la idea del espacio?. Llevando las puntas de cada punto a todos los otros puntos, de tal manera que simplemente nos están diciendo que el todo está en la parte y cada parte es un reflejo del conjunto. Es decir que nos están dando en vivo y en directo a través de sus tejidos la ley del holograma. La ley del holograma implica que todo responda a todo. Esos indica que todos se corresponde. Y si todo se corresponde, todo está en todo. Este es un universo de simultaneidades. Cuando el electrón se mueve tiembla el universo decía sir Arthur Eddington. No hay ni un solo pensamiento nuestro, ni una sola actitud, ni una sola emoción ni un solo movimiento, que no cree un oleaje hasta el fondo de las galaxias. Cada movimiento es una ola que va a seguir rebotando en el océano cósmico por la eternidad. Eso súbitamente nos da a nosotros una idea de responsabilidad, una idea de sensibilidad, porque cada una de nuestras acciones afecta al mundo, cada una de nuestras miradas redime o condena, juzga o perdona, amarra o libera.
Cuando empezamos a comprender que el universo es una piel sensible, empezamos a entender algunas cosas como la memoria. La memoria son huellas de esa sensibilidad. Empezamos a comprender cosas como el tiempo. El tiempo es el movimiento la conciencia. Empezamos a comprender cosas como espacio. El espacio son las huellas del tiempo. Empezamos a comprender que todo es consciencia: espacio, tiempo, movimiento, átomos, moléculas, memorias, vidas, galaxias. Todos son simplemente diferentes expresiones de la conciencia. Y llegamos a una hipótesis que es el punto de partida y el punto de llegada, y esa hipótesis es que el universo es CONSCIENCIA. La piel del universo es consciencia, todo aquello cuanto vemos, son simplemente manifestaciones de la consciencia; un átomo, una estrella, una galaxia, un hombre, una relación, una sociedad. Llegamos entonces a un punto de partida: toda crisis es una crisis de consciencia. Pero esta tiene distintos movimientos o fases, o sea, distintos tiempos. Hay tiempo de la consciencia que llamamos la conciencia de átomo. Hay otro tiempo que llamamos la consciencia nuclear de una galaxia, o la consciencia de un logos solar o de un logos planetario; a aún el patrón de organización del solvente creado por una sustancia ya ausente en el medicamento homeopático es consciencia. Un medicamento homeopático es un patrón de organización de la consciencia cósmica que puede entrar en resonancia con patrones similares de esta, y obviamente movilizarla, o despertarla, o desobstruirla.
Empezamos a reconocer que cada átomo tiene consciencia, y por esto tiene memoria. Los átomos tienen memoria. Cuando ustedes trabajan en su computadora están recurriendo a la memoria de los chips, pero la memoria de los chips proviene del átomo de silicio. ¿Y por que el átomo de silicio tiene memoria y guarda memoria? Porque los electrones y los protones son sensibles a los estímulos. Y no sólo son sensibles a los estímulos sino que se los guardan. Y no sólo se lo guardan sino que los revelan, los recuerdan. Un átomo de silicio tiene recuerdo. Gracias a eso toda nuestra tecnología funciona. Teresa no es asunto de los átomos de silicio, de los chips. Si ustedes ven una neurona, una neurona es universo, es un cosmos inconmensurable. Nosotros tenemos 15 mil millones de neuronas aproximadamente, pero si entráramos en cada una de esas neuronas descubríamos que dentro de cada una de las neuronas hay un cerebro complejísimo. Es un cerebro cuántico, con una memoria gigantesca; los microtúbulos al interior de las neuronas se comportan como los chips de un computador, y de hecho cuando uno las ve al microscopio electrónico, la cosa más parecida al chip de una computadora es el sistema de microtúbulos neuronales. Son chips donde la información no decae a estados singulares, está en permanente resonancia; hay un holograma de toti potencialidades guardada en esos chips micro celulares al interior de cada una de las neuronas. Pero si sabemos que cada una de las neuronas no sólo tiene esos chips sino que puede conectarse a través de miles y miles de sinapsis, y cada una de esas sinapsis puede transportar miles de informaciones simultáneamente a velocidades diferentes, empezamos a comprender que el universo no está afuera, que todas las galaxias están en nuestras neuronas, que el cielo estrellado está en nuestro interior, que el hombre no es sólo una imagen del cosmos: nosotros seres humanos, somos el universo en vivo y en directo. Y si no asumimos que somos universo no nos vamos a humanizar. El proceso de humanización es un proceso de interiorización del universo en el hombre, es un proceso de reflexión, y es ese proceso de reflexión el que nos permite comprender el sentido de las crisis; e intuír que tal vez la más grande oportunidad para despertar y nacer a nuestra humanidad es la actual crisis. ¿ Por qué atravesamos ahora la crisis, no ya sólo la de la economía, o la de la desestructuración de la sociedad y el estado, sino especialmente esta profunda crisis de sentido? Es porque realmente no sabemos lo que somos, porque perdimos nuestra identidad, porque perdimos nuestra memoria.
Hay un bello cuento oriental, cuya esencia conservo pero trataré de adaptar e la condición actual. Es el relato de cómo un grupo de consciencias que orbitan en torno a un gran ser, viven en la gloria o en la gracia, en la total levedad del cosmos infinito, y orbitan en torno a la perfección. Pero un día fatigados de la gloria y de su propia insoportable perfección imploran a su Centro: --Padre, Madre, Centro, permítenos regresar al universo, a aquellos mundos donde todavía existen espacio el tiempo, donde existen el dolor y el sufrimiento. Pero el Centro les respondía: Eso es muy peligroso, ustedes no se pueden someter a tal fricción, esos universos son los de planetas donde hay un gas raro y venenoso que es el oxígeno, y otras emananciones aún más peligrosas emitidas por las pestilentes aguas del separatismo. No se les ocurra ir por allá, pues su misma luz puede ser absorbida en el agujero negro de la ignorancia. Por eones y eones insistieron las chispas a su llama céntrica, hasta que ésta dejó que el viento de la evolución se las llevara de regreso a un sistema solar perdido en los confines de una minúscula galaxia, no sin antes prepararlos para la gran aventura.
Con finísmos materiales extraídos de la nada totipotencial los dotó de un avanzadísimo traje espacial, con dos cámaras para captar el espectro luminoso desde el rojo hasta el azul, y una cámara minúscula al interior de un super computador con todos los programas de la creación. Esa cámara podría revelar al interior visiones de cualquier parte del programa, pero para proteger sus secretos sólo el Ser al interior podría activar sus mecanismos de encendido. Muchos millones de años en el tiempo de un planeta, sólo un parpadeo en la vida de aquel Centro, debieron transcurrir para que la chispa se pudiera reconocer al interior de su instrumento. Entre otros avanzadísimos instrumentos, ese vestido espacial estaba dotado de micro espirales enrolladas en el centro de minúsculas baterías o células, que eran cargadas por resonancia con las más altas frecuencias de los centros galácticos. Al interior de las partes más densas que servían de soporte finísimos cristales de colágena e hidroxiapatita hacían las veces de semiconductores. Y así, de cristales sólidos y líquidos se formaban los elementos de una red de procesamiento de información que permitían en cualquier momento a las chispas emprender el camino de regreso. Sólo una complicación fatal podía hacer que las chispas perdieran contacto con la llama original: la pérdida de memoria. Esta ocasionaba pérdida de identidad, falta de control y compromiso, ausencia de contacto con la unidad procesadora de la responsabilidad que era circuito de contacto obligado con la chispa interior.
Así, en la profundidad cósmica de un instante sagrado, la chispa del alma se revistió con la cubierta de un cuerpo animal. Eones después de su llegada a un pequeño planeta azul pudieron advertir que cuando sus instrumentos, sus escafandras y sus vestidos espaciales se rozaban por ciertos sitios sagrados saltaban chispas y se podían reproducir. Y así los hijos de los hijos, de los hijos, por generaciones olvidaron su origen, el habitante interior, y se confundieron con el vestido. Ahora los hijos del olvido buscaron su razón de ser en sus complejos circuitos emocionales, mentales o físicos. Se inventaron todas las ciencias para describirlos y llamaron leyes de la naturaleza a su peculiar manera de estudiar el universo reflejado en sus vestidos. En una confusa memoria de su origen se inventaron un pequeño dios a imagen y semejanza de su ignorancia y de su olvido. Confundieron el universo con la percepción infinitesimal de sus sentidos, y allí en la torre de babel de lenguajes incomprendidos se inició nuestra crisis de sentido.
Ahora confundidos con el vestido, confundidos con la forma en la crisis de sentido estamos aquí, creyendo que el problema es el de las torres gemelas, o el de las bolsas, o el de los seguros de vida, o el de hipotecar el porvenir, o el de preparar esta vida para la otra vida, para la vida eterna. Y nos olvidamos del presente, nos olvidamos del ser, nos olvidamos de vivir. En este momento entonces como humanidad estamos llegando a un punto crucial, a un punto caótico, a un vórtice donde ya jamás vamos a ser lo que antes fuimos. Se nos han comprometido todas nuestras estructuras de seguridad. Se nos ha revelado de la manera más terrible nuestra infinita vulnerabilidad. Hemos caído del pedestal del orgullo y ahora vulnerables en medio de la crisis de sentido estamos afrontando el desafío de ser; ya no el desafío de tener sino el desafío de SER.
Estamos en esa crisis, en esa alternativa, entre el ser o el tener, en el que para sobrevivir como humanidad no tenemos más remedio que regresar a ser. Pero ese camino de ser, es el camino de la sencillez, es el camino de la humildad, es el de la desnudez, es el del renacer, es el de la simplicidad, es el de las cosas elementales. De pronto, en medio de la crisis, se empezaron a derretir todas nuestras armaduras desde un fuego interior y descubrimos que había sido inútil tratar de revelar el ser desde afuera, pues la máscara se derrite desde dentro con el fuego del amor; fuego del corazón. Sin embargo a veces ese fuego es encendido a través del dolor, y el sufrimiento. También el dolor y el sufrimiento, el de toda la humanidad, el de cada uno de nosotros, tiene un sentido. También se puede ofrecer. Habíamos concebido una vida para huir del dolor, para huir del sufrimiento. Pero no sabíamos que el dolor y el sufrimiento eran nuestros maestros, era tal vez lo que más necesitábamos; que sin dolor ni sufrimiento tal vez no nos podíamos revelar, revelar el alma, el ser desnudo detrás de todas las apariencias. Empezamos entonces ahora a hermanarnos. Ya no somos argentinos, o colombianos, o latino o anglosajones, ya somos ciudadanos de este planeta. Ya no somos de una religión o de otra sino que estamos en la iglesia. La iglesia no es la parroquia de la esquina. La iglesia es este cuerpo, es este templo, el templo de Dios. El templo del espíritu es un templo de relaciones, es un templo de comunión, es el templo donde se celebra en la Eucaristía. Y La Eucaristía es la ciencia de la comunión, de la comunicación desde el centro, de la comunicación desde el corazón. La ciencia de la fusión que es la ciencia de la evolución. En otros términos la eucaristía es la ciencia sublime del amor, la ciencia de todas las ciencias.
Estamos aquí, en el vórtice del caos, para descubrir que podemos aún ser humanos. Ustedes creen que la guerra es humana. No. Que es nuestra condición humana la que provoca la violencia. No. La causa es lo que aún tenemos de inhumanidad. Es nuestra falta de humanización, pues aún no hemos accedido a nuestra humanidad, pues no hemos aprendido ni siquiera de la parte más densa del vestido, nuestro cuerpo físico. La vida nos regaló un vehículo espacial de altísimo rendimiento que trabaja con hidrógeno líquido, y nosotros lo arrastramos como una aplanadora.. No hemos estrenado el cerebro, ni nuestro potencial humano ni nuestro instrumento. No hemos ensayado aún el código sagrado de la hermandad que podría dar vigancia a nuestra humanidad. El día en que un sólo día vivamos la conciencia sublime de la hermandad ya este sería otro planeta.. El mundo no va a cambiar cuando se acabe la guerra de Afganistán. En este momento tenemos alrededor de 50 guerras en la tierra, la mayoría de ellas ni siquiera declaradas, y paradójicamente muchas son hijas de los tratados de paz de las antiguas guerras donde hubo vencedores y vencidos. La paz de los vencedores y la paz de los vencidos es solamente una trinchera para las nuevas guerras. Estamos ahí. Esa es nuestra salud planetaria. Alguien habla de cáncer, de Sida, de tuberculosis, de epidemiología; no de la de epidemiología del amor; no de la de la la relación. Todo cuanto existe es un patrón de relaciones. No hay partículas, no hay cosas, ni electrones aislados, ni protones ni seres humanos aislados. Un electrón es un electrón porque hay electromagnetismo y hay un universo. Usted es un hombre o una mujer porque tiene esposa, hijos, hermanos, una sociedad, porque hay una humanidad que lo determine.
La crisis de sentido actual es una dolorosa crisis de humanización. Una iniciación a una escala planetaria. Nos ocurre este dolor para revelar el amor cuando estábamos peligrosamente aislados; cuando estábamos tan dormidos que no pensábamos que la humanidad fuera con nosotros hasta que la sangre no salpicara nuestros vestidos. Porque perdimos la comuicación, la buena voluntad. La solidaridad. Porque caímos en el más peligroso de los carteles, que es el cartel de la indiferencia, el cartel de los tibios, el cartel de los Pilatos, el de una ética planetaria en la que me lavo las manos porque yo no hice nada. Alguna vez un hombre fue muy compungido a mi consulta y lloró media hora contándome cómo su mujer se le había ido. Y al cabo de la media hora yo le pregunto: ¿vos qué le hiciste a tu mujer, que se fue? Él dice: Dr.¡ pero si es que yo no le hice nada. Y le dije: - Precisamente por eso, talvez se fue porque no le hiciste nada.
Es que no se trata simplemente de lavarse las manos en el no hacer desde la terrible ética que dio origen al peligroso cartel de la tibieza. Una ética sin mayor responsabilidad. En el no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti ya estás negando toda responsabilidad. No avanzamos nada cuando avanzamos desde la ética del ojo por ojo, a la de la indiferencia implícita en el no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti... el universo es conmigo, ojo a ojo, beso a beso. Todo es con nosotros. La humanidad es nuestra humanidad, nuestra piel, las cenizas de todos los holocaustos lo señalan. El hambre de todos los niños nos reclama. Argentina, Colombia, Rwanda, nuestras miserias humanas son oportunidades planetarias para el compromiso con la humanidad que en nosotros vive.
Es ahora la hora de descender del pedestal del orgullo, si queremos acceder al Ser que en nosotros es humano. Hay un cuento sobre el orgullo para introducirnos a esa crisis. Porque nuestra crisis de sentido es una crisis de individualismo, de egoísmo, de separatismo, de orgullo. No contamos con nuestra humanidad y cada quien trata de seguir la ley de sálvese quien pueda. Pero es producto del orgullo. La enfermedad más grave de toda medicina del mundo es el orgullo. Hasta que los médicos no nos bajemos del pedestal no vamos a tener sistemas de salud que realmente sean confiables. Hasta que no aceptemos con humildad que nosotros también estamos enfermos, y el cáncer de la medicina es el cáncer más terrible de todos los sistemas de salud, no vamos a poder crear una salud concebida como integridad
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